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domingo, octubre 04, 2009

Los beneficios de la luna

La luna, que es el capricho mismo, miró por la ventana mientras dormías en la cuna, y se dijo: "la niña me agrada".

Y bajó con suavidad por su escala de nubes y pasó silenciosa a través de los vidrios, se acostó sobre ti con la ternura flexible de una madre, y ardió sus colores sobre tu rostro.

Tus pupilas se pusieron verdes, y las mejillas extraordinariamente pálidas. Al contemplar a esta visitante tus ojos se agrandaron extrañamente, y ella te oprimió con tal delicadeza la grganta, que te quedó para siempre el deseo de llorar.

Sin embargo, en la expansión de su gozo, la luna pobló todo el cuarto como atmósfera fosforescente, como veneno fúlgido; y esta vívida luz pensaba y decía: "padecerás eternamente el influjo de mi beso. Serás bella a mi manera. Amarás lo que yo amo y lo que me ama: el agua, las nubes, el amante que no conocerás; las flores monstruosas; los perfumes que provocan miedo; los gatos plasmados sobre los pianos y que gimen como las mujeres, con voz ronca y dulce.

"Y serás amada por mis amantes, cortejada por mis cortezanos. Serás reina de los hombres de ojos verdes a quienes cerré así mismo la garganta con mis caricias nocturnas; de los que aman el mar, el mar vasto, tumultuoso y verde; el agua informe y multiforme, el sitio donde no estés, la mujer que no conocen, las flores fúnebres que se parecen a los incensorios de una religión desconocida, los perfumes que turban la voluntad, y los animales selváticos y voluptuosos que son emblema de su locura".

Y por eso, maldita, querida niña consentida, estoy ahora tendido a tus pies, buscando en tu figura el reflejo de la terrible divinidad, de la fatidica madrina, de la nodriza emponzoñadora de todos los lunáticos.


-Ch. B.